Revender el trabajo es una forma estupenda de hacer economías de escala, hasta el punto de que muchos de mis colegas incluso lo especifican en el contrato: «la propiedad intelectual de lo que hago es mía, puedes usarla siempre que me pagues los honorarios, y además puedo revendérsela a uno de tus competidores».
Utilizo una estrategia quizá menos inteligente pero más ética: nunca trabajaré para uno de sus competidores directos. Esto significa que si eres dentista en Monza probablemente sólo acepte trabajar para un dentista en el otro lado de la ciudad o en una ciudad vecina.
Por eso siempre pregunto, antes de aceptar un proyecto, a qué se dedica y cuál es su ámbito de actuación.